9/14/2005

¡Feliz cumpleaños, Ana Estela!



Mi primita ha cumplido dieciocho añotes. ¡Música, Schroeder!

9/06/2005

No ayudar.

Directo de la página de FEMA, en español:
Michael D. Brown, Subsecretario en Preparación y Respuesta ante Emergencias y Director de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) exhorta a todos los departamentos de bomberos y otros servicios de emergencias a no desplazarse a las áreas afectadas por el Huracán Katrina sin antes ser debidamente solicitados por las autoridades locales y estatales, bajo los acuerdos de ayuda mutua y el Pacto de Asistencia en Manejo de Emergencias.
Para leer un catálogo de decisiones interesantes del cabecilla de FEMA, visitar Creek Running North.

Más armas que medicinas.

En un reciente vídeo clip de la BBC, que desafortunadamente ha desaparecido de la página principal de BBC News, aparece un reportaje sobrecogedor sobre la situación en Nueva Orleáns. Cerca del final del reportaje, los periodistas entrevistan al Dr. Greg Anderson, quien da el siguiente testimonio.
Hay más policías y armas que médicos. Me entristece informar que por un buen tiempo yo era el único médico en el centro de Nueva Orleáns.
He aquí, una vez más, posible evidencia de las consecuencias parciales del racismo lite de la cultura norteamericana contemporánea.

9/05/2005

¿María Antonieta Bush?

Declaraciones de Barbara Bush desde Houston, Texas:
"Lo que estoy oyendo, y no deja de asustarme, es que muchos de los refugiados se quieren quedar en Texas. Están abrumados por la hospitalidad tejana. Y mucha de la gente aquí era gente pobre de cualquier manera, así que [se ríe] les está yendo muy bien ahora." (La traducción es mía.)
El audio se puede encontrar aquí.

Nacionalismo pusilánime.

Se ve que mi piace el título, pues lo he utilizado con anterioridad. El singular del presente título se refiere al nacionalismo yanqui, la pusilanimidad del cual es evidenciada por esta terrible historia.

Mi heróe es un ladrón de buses.

Jabbar Gibson, de veinte años de edad, se apoderó de un autobús abandonado en la ciudad de Nueva Orleáns, llenó el autobús de desconocidos y los condujo al Astrodome en Houston, en donde se está recibiendo a los evacuados.

Autopsia prematura de una tragedia.

A continuación, enumero a la carrera algunas observaciones sobre la catástrofe que sucedió a la catástrofe. De momento, no puedo emitir juicio sobre los fallos a nivel local, pues los reportes que he leído todavía no esclarecen cuán eficaz fue la respuesta de las autoridades locales. La evacuación ciertamente salvó un número impresionante de vidas, pero se consignó a los más desposeídos, así como a los familiares de desvalidos, al abandono subsiguiente. No está claro que la ciudad hubiese podido evacuar más gente de la que evacuó. (Por supuesto, está claro que sí hubiese podido cambiar un poco la configuración de clase de la gente que escapó la tragedia, si hubiese decidido enviar buses a granel a los barrios pobres, pero el embudo de tráfico no hubiese permitido que más gente escapara de la que escapó.) Quedan dudas sobre el preciso instante en que la orden de evacuación tendría que haber sido dada.

La ineptitud de las autoridades federales
: como he dicho anteriormente, se sabía a ciencia cierta lo que ocurriría en Nueva Orleáns si los diques colapsasen. El director del recién inaugurado Department of Homeland Security, Michael Chertoff, ha procurado hacernos creer que las autoridades estaban perfectamente preparadas para el huracán, pero no para el posible colapso de los diques que protegen a la ciudad. (La ciudad de Nueva Orleáns está bajo el nivel del mar.) Según Chertoff, la combinación simultánea de las dos tragedias (el huracán, y la ruptura de los diques) era imprevisible, como si se tratase de dos eventos totalmente independientes. El ejemplo que suele ofrecer, sin ninguna semblanza de vergüenza, es el de un huracán seguido por una bomba atómica. ¿Cómo estar listo para semejante combinación de tragedias?

Varios científicos cuyos modelos meteorológicos han anticipado, con lujo de detalles, justamente lo que ocurrió, han explicado que no sólo la tragedia de Nueva Orleáns había sido prevista, sino que existía un plan detallado sobre cómo minimizar el daño. Dicho plan requería de la inversión de un monto de dinero razonable para los estándares del gobierno federal norteamericano. Y he aquí el primer gran fallo. El proyecto no ha recibido el financiamiento necesario: es así que se sabía de antemano que se corría el serio riesgo de que los diques no resistieran un huracán de la categoría de Katrina. El segundo fallo es quizás más siniestro, y es el que se insinúa en las declaraciones del señor Chertoff. Todo parece indicar que no existía un plan para lidiar con el colapso de los diques que protegían a Nueva Orleáns.

Luego viene la incompetencia del director de FEMA, Michael Brown, un administrador sin experiencia ni laureles, llevado a la dirección de la agencia por conexiones personales. FEMA le negó el permiso a la Cruz Roja para entrar a la ciudad de Nueva Orleáns a tratar a los sobrevivientes, por temor a que ello le provería incentivos a los refugiados para no salir de la ciudad. El paternalismo racista es repugnante. No hay que darle ayuda a esta gente, porque entonces no van a querer salir de allí. Pero la incompetencia de FEMA no termina allí. Si se entiende inglés, ver esta entrevista con Aaron Broussard, en la que el señor Broussard da testimonio de un sinnúmero de episodios de la más absoluta negligencia por parte de las autoridades federales. Cortaron los canales de comunicación, rechazaron ayuda de entidades privadas (como varios camiones de Wal-Mart acarreando toneladas de agua potable para las víctimas), le negaron el paso (el vídeo enlazado tarda un rato en bajar) fuera de la ciudad a varios ciudadanos que habían decidido salir de la ciudad por su propia cuenta, y no le dieron asistencia a los refugiados en el Centro de Convenciones. Los dejaron solos por varios días, sin agua, sin comida, sin nada, sin mencionar el asunto de los buses que se negaban a entrar a trasladar a la gente fuera de Nueva Orleáns. Entretanto, los periodistas entraban a la ciudad sin problema alguno.

En una muestra de negligencia inaudita, el director de FEMA aseveró el pasado jueves que los refugiados en el Centro de Convenciones de Nueva Orleáns habían recibido al menos una o dos comidas diarias en los días anteriores. Entretanto, Michael Chertoff aseguró que no había sido informado sobre la situación en el Centro de Convenciones.
Todo ello mientras los canales de noticias reportaban la situación desde dicho sitio.

La pobreza del gobierno federal: por supuesto, como el huracán y el colapso de los diques, la incompetencia y la pobreza presupuestaria de la agencia FEMA tienen una relación mucho más estrecha de lo que el partido republicano nos pretende convencer. Durante décadas, los gobiernos republicanos (o los congresos republicanos) han ido diezmando al estado norteamericano. En las palabras de Grover Norquist, ideólogo del partido: "mi meta es recortar el gobierno a la mitad en veinticinco años, con la meta de que luego se ahogue en la bañera." Reagan hubiese dicho que el gobierno no es la solución, sino parte del problema. Para dar un ejemplo de esta ideología en acción, considérese que, en medio de una guerra que le cuesta millardos de dólares a la economía norteamericana, el Presidente Bush decidió recortar los impuestos.

La pésima coordinación: el gobernador del estado de Nuevo México no fue el único en ofrecer enviar a la guardia nacional de su estado a Nueva Orleáns para asistir a las víctimas del huracán. Dichas ofertas fueron aceptadas por la gobernadora de Louisiana, antes de que los diques se rompieran. Pero el gobierno federal tiene que aprobar el desplazamiento de la guardia nacional de un estado a otro, y dicha autorización no fue dada sino hasta cinco días más tarde. La tardanza es de momento inexplicable.

Los efectos del racismo: la narrativa del negro peligroso, una fantasía deplorable y racista, tuvo efectos significativos en la tardanza del rescate: sin la presencia de la guardia nacional, las operaciones de rescate eran canceladas a la menor indicación de peligro; al menos un caso de un balsero que se dedicó a rescatar únicamente gente blanca; el paternalismo de los oficiales de FEMA arriba mencionados, según los cuáles, si se les daba la oportunidad, los refugiados habrían elegido quedarse en la porquería de ciudad en la que estaban, si se permitía que la Cruz Roja entrase a darles tratamiento médico y comida.

9/01/2005

Ceguera.

Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, el gobierno norteamericano invirtió tiempo y recursos para asegurarse de que la respuesta a una futura crisis de magnitud semejante fuese mucho más eficaz. La tragedia de Nueva Orleáns era mucho más predecible que un atentado terrorista, y hubiese sido prudente que las fuerzas de rescate estuviesen en alerta desde el momento en que la evacuación de Nueva Orleáns fue ordenada. Pero no fue así. La guardia nacional está llegando a la ciudad tres o cuatro días tarde, y la gente en Nueva Orleáns está viviendo en carne propia la novela Ensayo sobre la Ceguera de José Saramago.

Terry Ebert, jefe de operaciones de emergencia de la ciudad de Nueva Orleáns ha dicho que la reacción de la agencia federal FEMA, principal encargada de las operaciones de rescate, es una desgracia nacional. Y el contraste es enorme entre la desesperación de las voces de las víctimas, abandonadas en el centro de Nueva Orleáns sin mayores provisiones ni atención, y la reacción de los oficiales, tan satisfechos de sí mismos, de la administración Bush, según los cuales nadie--repito, nadie--hubiese podido prever semejante crisis. A mí todo esto me parece sumamente curioso: al final de cuentas, prever las posibles consecuencias de un desastre natural que se ve venir es mucho más sencillo que prever las posibles consecuencias de un atentado terrorista. De hecho, horas antes de que el huracán golpeara la costa sur del país, un meteorólogo apareció en CNN explicando los riesgos que Nueva Orleáns enfrentaba.

Cuando un desastre natural se ve venir, y la evacuación de una ciudad entera es ordenada, lo mínimo sería que la guardia nacional estuviese en alerta máxima, dispuesta a ser transportada, con alimentos y medicinas, a dicha ciudad, tan pronto amaine la tormenta. Porque después de la tormenta no viene la calma. Insisto, uno pensaría que al menos a esta conclusión tendría que haber llegado la administración Bush tras tanto tiempo, dinero y recursos invertidos en la investigación sobre los yerros del 11 de septiembre.

Y ahora resulta que un número muy reducido de individuos se han apoderado de armas, y esporádicamente ha habido disparos dirigidos a la policía y a los helicópteros de rescate. La tragedia es que las operaciones de rescate son suspendidas cada vez que algún incidente de violencia produce alarma, y el tiempo discurre inexorable, y la gente muere. Un valiente reportero de la cadena MSNBC ha hecho lo imposible por informar a la población que la enorme mayoría de la gente atrapada en Nueva Orleáns no tiene nada que ver con estos incidentes de criminalidad. Es una verdadera tristeza, y una muestra de cobardía incomprensible, que algunos de los buses de rescate no han querido entrar a la ciudad por temor a las balas de un número reducidísimo de individuos desesperados. En una situación como la que atraviesa Nueva Orleáns, es un honor arriesgar la vida para salvar vidas.

Entretanto, el Centro de Convenciones de Nueva Orleáns, que alberga el mayor número de refugiados, está pareciéndose más y más al hospital de la novela de Saramago.

Aplausos de nuevo a Harry Connick Jr. por sus esfuerzos en la ciudad. Es hermoso que sea un músico, en una ciudad tan musical, quien haya asumido el rol de tranquilizar a la gente desesperada. Pero es una barbaridad que las autoridades federales hayan brillado, todo este tiempo, por su eminente ausencia.

Nueva Orleáns.

El huracán Katrina ha causado más muerte y destrucción que el infame atentado terrorista del 11 de septiembre del 2001, y el caos posterior ha puesto en evidencia la fragmentación racial del sur norteamericano. La más afectada es la comunidad negra. La ayuda está llegando demasiado lento, y las escenas de desesperación son sobrecogedoras. Es demasiado temprano para una autopsia sociológica del desastre (los desastres naturales suelen tener una dimensión sociológica, como ilustra esta interesante reseña de Kieran Healy). Por el momento, la Cruz Roja norteamericana necesita toda la ayuda posible, no importando de qué rincón de la aldea global ésta provenga.

Además de considerar hacer una donación mínima para la gente desamparada en Nueva Orleáns, sugiero, querido lector, sintonizar, mañana a las 8 pm en el canal NBC, la transmitisión de un concierto para recaudar fondos para las operaciones de rescate en Nueva Orleáns. No toda la música será de mi gusto, pero el monumental compositor y trompetista Wynton Marsalis, nativo de la ciudad del jazz dixie, estará presente. La sola presencia de Marsalis es garantía de que el concierto será memorable. Marsalis es, simultáneamente, uno de los trompetistas más virtuosos que se haya escuchado, el monarca indiscutible del jazz, y uno de los más aclamados compositores de música clásica contemporánea. Además del gigante del jazz, Harry Connick Jr., cuya música es más popular que la de Marsalis (¡tamaña injusticia!), también participará. A mí no me entusiasma su música, pero la devoción con la que se ha entregado a la tarea de rescatar gente en estos últimos días me ha convertido en un admirador más.

8/30/2005

Prescriptivismos, shmescriptivismos.

Por medio del boletín prescriptivista del Departamento de Letras de la Universidad del Valle de Guatemala, que continúa arribando a mi buzón con puntualidad suiza y entusiasmo italiano, me entero de que la novísima edición del Diccionario de la Real Academia estima que la forma correcta de escribir tal vez es, de ahora en adelante, talvez. No cabe duda de que las luminarias de la Academia han llegado a tan justa determinación tras incontables deliberaciones, las cuales les han provisto de un criterio transparente y lógico para tal cambio. (¿Talvez talvez se esté escribiendo tal vez con menor frecuencia de lo que se lo escribe talvez?)

Tras vivir en una sociedad cuya comunidad de lingüistas prefiere describir la lengua a prescribir reglas de corrección, la actitud de los celosos guardianes de la integridad de la lengua española me resulta francamente desagradable. Conjeturo que las consecuencias de dicho prescriptivismo son significativas. El inglés es una lengua mucho más versátil y rica que el español, y se lo dice alguien que se supone debería sentirse más cómodo escribiendo en español: Jorge Luis Borges. En la comunidad lingüística angloparlante no hay esa marcada resistencia a la incorporación de nuevos vocablos, como tampoco existe esa fascinación enfermiza con la unicidad de la corrección. Los neologismos abundan, las palabras de origen foráneo son aceptadas sin chistar, y la profesión de consejero gramatical público, tan importante en nuestra Guatemala malinchista, prácticamente no existe.

En el español correcto de la entrañabilísima Academia, que aparentemente no ha descubierto lo que la sociolingüística tiene que decir acerca del prescriptivismo fanático, se debe decir campus, y no campus universitario, porque la segunda expresión es una supuesta redundancia (¡que a nadie se le ocurra hablar de campus colegial, o de campus escolar, por favor!). En inglés, dígase University campus o campus a secas, todo el mundo entiende, y ríase la gente.

Una palabra sobre el título de la nota. En inglés, las palabras que comienzan con el sonido sh suelen ser consideradas divertidas, como las palabras en yiddish que comienzan con el prefijo peyorativo shm-. El clásico ejemplo, traducido al español: "Edipo, schmedipo: ¿acaso un niño no debe amar a su madre?"

Poesía en movimiento.

En los autobuses públicos de Portland, en lugar de anuncios o graffiti, uno puede leer poesía en las paredes, sobre las ventanas. Recuerdo haber leído este poema de Adrienne Rich (la traducción es de María Soledad Sánchez Gómez, con una mínima alteración mía):
Si has creído que este escombro es mi pasado
y hurgado en él para vender fragmentos
entérate de que hace ya tiempo me mudé
más hondo al centro de la cuestión

Si crees que puedes agarrarme, piensa otra vez:
mi historia fluye en más de una dirección
un delta que surge del cauce
con sus cinco dedos extendidos
Y recuerdo la anticipación cada vez que iba a tomar el autobús. ¿Leeré algo de Langston Hughes hoy? ¿Quizás García Lorca? Recién encontré el atlas de poetry in motion. Resulta que estaba en la ciudad equivocada, si lo que quería era leer a Hughes o a García Lorca. (No me quejo: había muy buena poesía en los autobuses de Portland.)

Gatos extraordinarios.

Vía Jacinta Escudos, me entero de la gallardía del gato Simon, recipiendario de la medalla Dickin. Pero, de ser cierta esta otra anécdota, el gato F. D. C. Willard (Félix domesticus Chester Willard) ha publicado dos artículos de física pura, y ello para mí es una hazaña muy superior. A continuación traduzco parte de la anécdota:
En 1975, el Profesor Jack H. Hetherington escribió un artículo de física teórica. Estando a punto de enviarlo a la revista Physical Review Letters, un colega le advirtió que el manuscrito le sería devuelto, en virtud de una regla del editor según la cual todo artículo con un solo autor debe estar escrito en la primera persona del singular. Como había escrito el artículo en la primera persona del plural, Hetherington decidió simplemente añadir un segundo autor al artículo, su gato Chester. El artículo de Hetherington y Willard fue publicado sin contratiempos, y la Señora de Hetherington continuó durmiendo con ambos autores. Eventualmente se descubrió que había gato encerrado, cuando un visitante, interesado en conversar con el Profesor Hetherington sobre el artículo, decidió, tras enterarse de la ausencia de éste, buscar al segundo autor.
Si la anécdota no fuese verdad, merecería serlo, ¿no?

8/29/2005

La tentación de la virtud.

El senador republicano John McCain ha sucumbido a la tentación de la virtud. En el artículo enlazado, McCain condena las prácticas de intimidación a que sus colegas republicanos han recurrido para silenciar a los científicos que osen decir la verdad acerca del calentamiento global. Ya se sabe que los republicanos tienen el hábito de generar sus propios expertos (el abogado Phillip Johnson, experto en cosmología, el economista Ross McKitrick, experto en climatología), pero parece que no es suficiente inventar presuntos expertos: es crucial también intimidar a los verdaderos expertos.

Ojalá hubiese más políticos con esa entrañable debilidad por la virtud.

Como los mil demonios.

He dejado pasar un buen rato desde la última vez que me senté a escribir en este humilde diario. He tenido ganas de escribir un tanto más sobre la trilogía de Pullman, que he terminado de leer en el ínterim, pero no he tenido tiempo para sentarme a pensar cómo comunicar mis impresiones sin revelar la totalidad de la trama. Quizás en unos días la musa de la concisión me ayude a retomar el tema. Por el momento, abandonado por las musas, me valgo de los mil demonios que llevo dentro para escribir sobre un tema que me tiene bastante preocupado. Se trata de la nominación del juez John Roberts a la Corte Suprema de Justicia norteamericana.

Pese a que Roberts tiene credenciales impecables como abogado, y pese a que muchos en la oposición política lo consideran un hombre inteligente, decente, y muy agradable, la nominación constituye un giro a la derecha autoritaria en el órgano más liberal del gobierno norteamericano. Los nombramientos a la CSJ son vitalicios, con lo cual, de ser confirmado el juez Roberts, su presencia tendrá una influencia importantísima durante las próximas dos o tres décadas. Y este humilde servidor le tiene una aversión mucho más aguda al autoritarismo de la derecha conservadora que a la política económica del mismo grupo.

Lo terrible del caso es que esta es la fórmula que le rinde fruto a los republicanos: jugar la banderita del conservadurismo social, que tanto atrae a la gente sin educación, incluidos un número vergonzoso de inmigrantes latinoamericanos, y luego promover políticas económicas que reducen la movilidad social en la tierra de las oportunidades. Ya se verá que las próximas elecciones no serán sobre salud pública y seguridad social, sino sobre el matrimonio gay (¡viva España!), las plegarias religiosas en las escuelas públicas, el aborto, etc. Y lo peor del caso es que con Roberts en la corte, el movimiento conservador tendrá algunas victorias que celebrar a corto plazo.

8/20/2005

Del amor a otros demonios.

Estoy leyendo La Materia Oscura, una trilogía de novelas para niños escrita por Philip Pullman. Cuando un esnobista como yo decide leer literatura infantil de fantasía, hay gato encerrado.
  1. Pese a que las novelas de Harry Potter pintan un mundo secular y moderno como el que avizoraba Weber, y pese a que, ya se sabe, me declaro enemigo de la alta cultura, no consigo deshacerme del desagrado que me produce la popularidad de los libros de J. K. Rowling: leer a la competencia me resulta, por el contrario, sumamente atractivo.
  2. La trilogía de Pullman se ha ganado la enemistad de la Iglesia Católica, incentivo suficiente para generar mi interés: en un artículo reciente, el Catholic Herald aseveró que la obra de Pullman es "más merecedora de la hoguera" que Harry Potter. Si en el mundo de J. K. Rowling no hay religión, en el de Pullman sí que la hay, y es un verdadero desastre.
  3. El tercer libro de la trilogía, El Catalejo Lacado, recibió el prestigioso premio Whitbread a la mejor novela británica del 2001, la primera vez que un libro de literatura infantil obtiene dicho premio.
Acabo de terminar el primer libro, Luces del Norte. Pullman describe un mundo en el que las personas tienen demonios que les acompañan todo el tiempo. (Dicho mundo resulta ser uno de una gran variedad de mundos posibles, todos ellos conectados de una manera misteriosa.) Los demonios de los niños pueden asumir distintas formas animales, y llegada la pubertad comienzan a adquirir una de dichas formas de manera permanente. La Iglesia, en el mundo de Pullman como en el nuestro, tiene una fascinación enfermiza y peculiar con el pecado original. Y justamente como la antigua Iglesia castradora de niños (para la gloria de los oídos de Dios), la Iglesia en el mundo de Pullman tiene incentivos para separar a los niños de sus demonios antes de que la pubertad les contamine con el pecado original.

Las referencias al Paraíso Perdido de Milton, a la filosofía del interesantísimo David Lewis, a la penosa historia de la Iglesia Católica, le suman interés al libro. No deja de ser una novela de literatura infantil, pero es el tipo de literatura infantil que a mí me gustaría que mis hijos leyeran. En resumen, muy interesante el primer librito de la trilogía.