3/15/2005

Soy un pez suelto.

Confieso que en mi parecer, Ishmael, el personaje central de Moby Dick, es absolutamente insufrible. Se pasa las horas hablando de la biología de los cetáceos, pero no es ningún Jacques Cousteau. Cuando se aventura en la filosofía, Aristóteles y Platón se retuercen al unísono en la tumba. Cuando le da por entonar aires antropológicos, hasta el buen salvaje se ríe de su ingenuidad. Y hoy le ha dado, tras una breve e inexplicable disquisición sobre las virtudes de la frenología, por argumentar que toda teoría de la justicia se puede reducir a consideraciones sobre peces sueltos y pescados. Así, México es un pez suelto que Estados Unidos debería capturar, y el territorio norteamericano es un pescado en la posesión de la gentil nación que lo ocupa. Pero Ishamel no se conforma con incursionar en la jurisprudencia internacional, y concluye el capítulo con una observación casi memorable: "Y tú, lector, ¿qué eres sino un pez suelto?" A decir verdad, al paso que vamos, a Melville le costará mucho trabajo pescar la admiración de este pez, en cuya opinión el afamado clásico de la literatura norteamericana es el peor libro de cuantos ha leído en mucho tiempo.