5/16/2005

El catolicismo como identidad étnica.

Hace algún tiempo hice referencia a una nota personal de Jo(e) acerca del giro a la derecha de la iglesia católica. En los comentarios a dicha nota, alguien explica que pedirle a un católico progresista que busque otra denominación religiosa más próxima en ideología es como pedirle a un italiano que se transforme en irlandés. Si mal no recuerdo (y que conste que ahora mismo no encuentro mis fuentes), hay estudios que muestran que a los protestantes les es más fácil cambiar de denominación religiosa, y a los católicos les es más fácil abandonar la fe. En EEUU, hay una variación ideológica considerable entre las distintas denominaciones protestantes, algunas de ellas a la derecha, y otras decididamente a la izquierda de la iglesia católica. Un joven que se cría en la iglesia bautista, por ejemplo, puede descubrir en la universidad que su visión del mundo es mucho más cercana a la de los anglicanos, y el cambio de denominación suele transcurrir sin mayores problemas.

El caso del catolicismo es diferente, ésta es la hipótesis. Ello explicaría por qué tantos católicos sensatos, inteligentes, y tolerantes, no consiguen deslindarse de la iglesia católica aún cuando la infalibilidad papal ha determinado que las mujeres jamás estarán en condición de ejercer el sacerdocio; que los científicos no tienen nada que decirnos acerca de los embriones; que hablar de preservativos es un escandaloso pecado, cuando la epidemia del SIDA avanza en el África depauperizada (y aquí, la mojigatería de la iglesia es un pecado escandaloso); que el Estado no debe otorgar los mismos derechos a las parejas gay, ni las mismas protecciones a los hijos de dichas parejas; que los políticos que no adoptan una posición fundamentalista en torno a los temas del aborto y la eutanasia no merecen recibir la comunión, en tanto los que celebran la pena de muerte están simplemente en cordial desacuerdo con la iglesia (buscar "death penalty" en el artículo enlazado). Para juste de cuentas, inspirado en los sabios dictámenes de los papas, ahora un cura norteamericano decide que los católicos que muestren solidaridad con la comunidad gay tampoco merecen recibir la comunión.

Si yo fuera la misma persona que era en Xibalbá, mi primera reacción sería una mezcla de alegría y preocupación: alegría porque presagio que este giro hacia el autoritarismo y el conservadurismo tradicionalista está matando a la iglesia católica en Europa, y preocupación por las repercusiones en el Tercer Mundo, en lo particular en el África. Pero yo ya no soy yo, y es así que, al tiempo que la sensibilidad liberal norteamericana ha ido tomando raíz en mí, mi primer impulso es la solidaridad con esos buenos católicos que viven al margen de la doctrina, sin importar mi animadversión por las religiones organizadas. En toda comunidad, incluso las que legitiman la dictadura de la consciencia de un hombre, hay gente buena. Y es insensato e insensible pedirles que abandonen su identidad toda vez que surjan desacuerdos profundos. Ojalá que la jerarquía eclesiástica aprenda a escuchar a la voz de las ovejas marginadas, y que abandone la insensatez de la comunión selectiva.