5/05/2005

Resumen de noticias.

He descuidado este humilde diario virtual por mucho tiempo. Aprovecho mi cumpleaños para dejar constancia de algunas de las aventuras que han discurrido en el ínterim. El fin de semana pasado K. y yo visitamos nuestra querida Chicago, ciudad que no cesa de proveernos de instantes memorables. La principal razón de nuestro viaje era una visita a IKEA, la famosa tienda de muebles de bajo presupuesto. IKEA es una de mis compañías favoritas, no sólo porque la mercancía que venden es funcional, europea, y fácil de transportar, sino porque tiene a bien tratar a sus empleados con respeto y decencia. Adquirimos un sofá muy bonito, del que se puede encontrar una foto aquí.

El día previo a nuestra adquisición del mueble fuimos a cenar a un restaurante turco llamado, por alguna extraña razón, Cousin's. La comida fue un verdadero placer: definitivamente la mejor merienda del año. La sopa de lentejas rojas con cardamomo que nos sirvieron fue verdaderamente maravillosa, y estamos con ganas de intentar replicarla uno de estos días en casa. Hay algo que me complace confesar: cada vez que disfrutamos una experiencia gastronómica singular, siempre me sobreviene el gran orgullo del parentezco con Chef Eduardo, mi "cousin", con mayor razón aún cuando el restaurante tiene un nombre tan evocador.

El domingo, antes de ir a la mueblería, decidimos visitar a Alejandro Glusman en el cementerio. Limpiamos su lápida, y leímos el bellísimo poema que Marta (la madre de Alejandro) escribió para él. Me es difícil expresar, a pesar del paso inexorable del tiempo, cuán especial, cuán particular fue la amistad que nos unió a Alejandro y a mí por esos breves años de nuestra convergencia, pero cada vez que recuerdo ese poema, me parece la expresión perfecta del carácter de mi simpatiquísimo y noblísimo amigo y cronopio.

El último cronopio
Se construyó un modesto laberinto
Poblado de amigos fieles
Y amores posibles e imposibles.
Lo saturó de cantos y silencios
Lo iluminó con lunas y piñatas
Y bailó en él con tanto desenfreno
Que le brotaron alas de niebla fugitiva
Con que volar al sol.

Luego, tras secarnos las lágrimas, y tras sentir yo que Alejandro se reiría, eso sí, no sin ternura, de mi sentimentalismo fraternal, fuimos a la mueblería a por nuestro primer sofá presentable. Cupo perfectamente en el monstruoso vehículo que rentamos para el transporte, y hoy K. está disfrutándolo al tiempo que yo escribo estas líneas en mi oficina, acompañado de Tito, el gato más pequeño. Por cierto que Tito hoy accidentalmente se encerró en el baño, y el muy bruto intentó escapar por debajo de la puerta, de manera que logró sacar la cabecita, y casi se queda atorado. K. lo rescató delicadamente. ¡Vaya susto!

A mí también me tocó participar en un rescate hoy. Una doncella en patines tropezó a pocos pasos míos, y fue a dar de frente al suelo, con ímpetu bastante espectacular. Y como este caballero, digno heredero del de la triste figura, está siempre presto a procurar ayuda a doncellas desamparadas, hice de ambulancia y la llevé al hospital de la universidad. Las heridas no eran muy profundas, y la muchacha pudo caminar sin ayuda. Pero a mí me pareció que lo mejor era llevarla al hospital para que le limpiaran las heridas, y le ayudaran a recuperar el aliento. La pobre damisela estaba llorando del dolor.

Al regresar a Decatur, K. me recibió con una cena maravillosa, y luego hablé por teléfono con los suegros y con la abuelita de K., que me llamaron para felicitarme. Y por último, leí varios mensajes electrónicos que me hicieron sonreír mucho. Sé que debo responder a ellos uno por uno, pero quiero dejar constancia de que todos ellos me han hecho muy feliz, empezando por el primero que recibí (el de mi primo el chef), hasta el último (que vino de Sandra y de Daniela, su primera hija). Por supuesto, al primero que voy a escribirle es a mi tío David. ¡Que no se me olvide! Pero mil gracias a todos. Les dejo con una foto de Danielita.