6/09/2005

Irreverencia cervantina.

Hay quienes, con exagerado entusiasmo, arguyen que Cervantes anticipó todas las técnicas literarias que cobrarían vigencia siglos después de la publicación del Quijote. Por ejemplo, las características definitivas de la literatura postmoderna, la intertextualidad, la autoreferencia, y esa divertida manía por sugerir que la realidad es en buena medida una construcción social, están evidentemente presentes en la obra maestra de Cervantes. Y es cierto que cuando, por ejemplo, el aficionado de Borges lee el Quijote por primera vez, reconoce elementos borgesianos en Cervantes, o más bien descubre a posteriori elementos cervantinos en Borges. ¿Y qué decir de esas escenas en la segunda parte del Quijote, en las que Cervantes nos transporta, como un hábil cineasta, de viñetas protagonizadas por el caballero de la triste figura a otras protagonizadas por su fiel escudero y viceversa?

En el maravilloso prólogo del Quijote, a Cervantes le da por burlarse de la vacua reverencia por el cánon de la época, así como del abuso de las citas en latín para mostrar erudición y buen gusto literario o filosófico. En este nuestro mundo contemporáneo persiste el debate sobre el cánon, por supuesto, y abundan quienes, como el amigo de Cervantes mencionado en el prólogo, esgrimen que la familiaridad con el cánon literario confiere esa útil habilidad de hacer referencia (harto superficial, la mayoría de las veces) a nombres o frasesitas célebres que muestran, automáticamente, erudición, buen gusto, elegancia, profundidad intelectual, etc. ¿Qué diría el canonizado Cervantes de la reverencia por el cánon? Basta leer el prólogo del Quijote para adivinar que Cervantes anticipó el escepticismo y la irreverencia para con el cánon de quienes negamos su importancia.