6/12/2005

Salir del terruño.

Navegando las aguas de la blogosfera guatemalense descubrí esta discusión en una bitácora que he añadido a mi magra colección de enlaces. Ofrezco la perspectiva de uno de esos jóvenes que se largaron del país. Se trata, además, de la opinión de alguien que desaprueba, con la misma vehemencia de Bertrand Russell, del patriotismo y de muchos otros tipos de provincialismo.

La experiencia de vivir fuera del terruño suele enriquecer y educar a cualquiera, independientemente de cuál sea el terruño en cuestión. Si, por añadidura, el terruño es un país como nuestra Xibalbá, entonces la educación de la juventud en el extranjero es una promisoria inversión a futuro. Es cierto que muchos de nuestros jóvenes emigrantes no regresarán a Guatemala a exponer a sus familias a los riesgos de la vida allí, pero también es cierto que la comunidad guatemalteca en el extranjero es de vital importancia económica y política para el país. Y por paradójico que parezca, yo sospecho que la mayoría de los miembros de dicha comunidad han adquirido mayor influencia de la que hubiesen podido ejercer en el terruño.

Así que algunos de los jóvenes guatemaltecos universitarios que cruzan los dedos por la oportunidad de salir del país tendrían que hacer más que cruzar los dedos. No sólo adquirirán en el extranjero experiencias de vida invaluables, también recibirán, en un mundo cada vez más globalizado, mayores opciones de ejercer influencia sobre el destino de la Xibalbá de sus amores.