9/05/2005

Autopsia prematura de una tragedia.

A continuación, enumero a la carrera algunas observaciones sobre la catástrofe que sucedió a la catástrofe. De momento, no puedo emitir juicio sobre los fallos a nivel local, pues los reportes que he leído todavía no esclarecen cuán eficaz fue la respuesta de las autoridades locales. La evacuación ciertamente salvó un número impresionante de vidas, pero se consignó a los más desposeídos, así como a los familiares de desvalidos, al abandono subsiguiente. No está claro que la ciudad hubiese podido evacuar más gente de la que evacuó. (Por supuesto, está claro que sí hubiese podido cambiar un poco la configuración de clase de la gente que escapó la tragedia, si hubiese decidido enviar buses a granel a los barrios pobres, pero el embudo de tráfico no hubiese permitido que más gente escapara de la que escapó.) Quedan dudas sobre el preciso instante en que la orden de evacuación tendría que haber sido dada.

La ineptitud de las autoridades federales
: como he dicho anteriormente, se sabía a ciencia cierta lo que ocurriría en Nueva Orleáns si los diques colapsasen. El director del recién inaugurado Department of Homeland Security, Michael Chertoff, ha procurado hacernos creer que las autoridades estaban perfectamente preparadas para el huracán, pero no para el posible colapso de los diques que protegen a la ciudad. (La ciudad de Nueva Orleáns está bajo el nivel del mar.) Según Chertoff, la combinación simultánea de las dos tragedias (el huracán, y la ruptura de los diques) era imprevisible, como si se tratase de dos eventos totalmente independientes. El ejemplo que suele ofrecer, sin ninguna semblanza de vergüenza, es el de un huracán seguido por una bomba atómica. ¿Cómo estar listo para semejante combinación de tragedias?

Varios científicos cuyos modelos meteorológicos han anticipado, con lujo de detalles, justamente lo que ocurrió, han explicado que no sólo la tragedia de Nueva Orleáns había sido prevista, sino que existía un plan detallado sobre cómo minimizar el daño. Dicho plan requería de la inversión de un monto de dinero razonable para los estándares del gobierno federal norteamericano. Y he aquí el primer gran fallo. El proyecto no ha recibido el financiamiento necesario: es así que se sabía de antemano que se corría el serio riesgo de que los diques no resistieran un huracán de la categoría de Katrina. El segundo fallo es quizás más siniestro, y es el que se insinúa en las declaraciones del señor Chertoff. Todo parece indicar que no existía un plan para lidiar con el colapso de los diques que protegían a Nueva Orleáns.

Luego viene la incompetencia del director de FEMA, Michael Brown, un administrador sin experiencia ni laureles, llevado a la dirección de la agencia por conexiones personales. FEMA le negó el permiso a la Cruz Roja para entrar a la ciudad de Nueva Orleáns a tratar a los sobrevivientes, por temor a que ello le provería incentivos a los refugiados para no salir de la ciudad. El paternalismo racista es repugnante. No hay que darle ayuda a esta gente, porque entonces no van a querer salir de allí. Pero la incompetencia de FEMA no termina allí. Si se entiende inglés, ver esta entrevista con Aaron Broussard, en la que el señor Broussard da testimonio de un sinnúmero de episodios de la más absoluta negligencia por parte de las autoridades federales. Cortaron los canales de comunicación, rechazaron ayuda de entidades privadas (como varios camiones de Wal-Mart acarreando toneladas de agua potable para las víctimas), le negaron el paso (el vídeo enlazado tarda un rato en bajar) fuera de la ciudad a varios ciudadanos que habían decidido salir de la ciudad por su propia cuenta, y no le dieron asistencia a los refugiados en el Centro de Convenciones. Los dejaron solos por varios días, sin agua, sin comida, sin nada, sin mencionar el asunto de los buses que se negaban a entrar a trasladar a la gente fuera de Nueva Orleáns. Entretanto, los periodistas entraban a la ciudad sin problema alguno.

En una muestra de negligencia inaudita, el director de FEMA aseveró el pasado jueves que los refugiados en el Centro de Convenciones de Nueva Orleáns habían recibido al menos una o dos comidas diarias en los días anteriores. Entretanto, Michael Chertoff aseguró que no había sido informado sobre la situación en el Centro de Convenciones.
Todo ello mientras los canales de noticias reportaban la situación desde dicho sitio.

La pobreza del gobierno federal: por supuesto, como el huracán y el colapso de los diques, la incompetencia y la pobreza presupuestaria de la agencia FEMA tienen una relación mucho más estrecha de lo que el partido republicano nos pretende convencer. Durante décadas, los gobiernos republicanos (o los congresos republicanos) han ido diezmando al estado norteamericano. En las palabras de Grover Norquist, ideólogo del partido: "mi meta es recortar el gobierno a la mitad en veinticinco años, con la meta de que luego se ahogue en la bañera." Reagan hubiese dicho que el gobierno no es la solución, sino parte del problema. Para dar un ejemplo de esta ideología en acción, considérese que, en medio de una guerra que le cuesta millardos de dólares a la economía norteamericana, el Presidente Bush decidió recortar los impuestos.

La pésima coordinación: el gobernador del estado de Nuevo México no fue el único en ofrecer enviar a la guardia nacional de su estado a Nueva Orleáns para asistir a las víctimas del huracán. Dichas ofertas fueron aceptadas por la gobernadora de Louisiana, antes de que los diques se rompieran. Pero el gobierno federal tiene que aprobar el desplazamiento de la guardia nacional de un estado a otro, y dicha autorización no fue dada sino hasta cinco días más tarde. La tardanza es de momento inexplicable.

Los efectos del racismo: la narrativa del negro peligroso, una fantasía deplorable y racista, tuvo efectos significativos en la tardanza del rescate: sin la presencia de la guardia nacional, las operaciones de rescate eran canceladas a la menor indicación de peligro; al menos un caso de un balsero que se dedicó a rescatar únicamente gente blanca; el paternalismo de los oficiales de FEMA arriba mencionados, según los cuáles, si se les daba la oportunidad, los refugiados habrían elegido quedarse en la porquería de ciudad en la que estaban, si se permitía que la Cruz Roja entrase a darles tratamiento médico y comida.