6/16/2005

Nuevo y útil instrumento de navegación.

Para los fanáticos del internet: este instrumento de navegación es una maravilla. Uno puede ejecutar comandos como weather chicago, amazon hobsbawm, gmaps boston, para obtener información del clima en Chicago, ubicar libros de Hobsbawm en Amazon, o consultar un mapa Google de Boston, respectivamente. Más aún, se puede añadir comandos nuevos. Dato curioso: el programa surgió gracias a una competencia de programación que duró 24 horas. ¡Ah! El nombre del programa: YubNub.

6/13/2005

Nacionalismos pusilánimes.

Mario Roberto Morales se divierte con los nacionalismos centroamericanos en este punzante artículo.

Una biyección hermosa.

Admito no saber a quién se le ocurrió contar los racionales positivos en la elegante manera que a continuación describo. Para comenzar, defínase la función F de valores reales vía la fórmula:

1
F(x) = ----------------
1 + 2[x] - x

donde [x] denota el mayor número entero menor o igual que x. (Por ejemplo: [3.14] = 3; [5] = 5; [9.99] = 9.)
Ahora simplemente calcúlese la sucesión de números reales

F(0), F(F(0)), F(F(F(0))), F(F(F(F(0)))), ...

y ábrase la boca al descubrir los valores de dicha sucesión. (Nótese específicamente que no se repite ningún valor.)

¿Cuál efecto invernadero?

La inteligentísima Medium Lobster se pregunta si es sensato tomar seriamente lo que la climatología nos dice sobre el calentamiento global. ¿Por qué aceptar ciegamente lo que nos dicen los expertos en clima, si los expertos a sueldo de la Exxon-Mobil dicen justamente lo contrario? Para quienes leen inglés y aún no han descubierto la sabiduría ilimitada de mi langosta favorita, se les recomienda leer asiduamente Fafblog. Para muestra otro botón: he aquí una memorable pieza sobre la función de los líderes de estado.

Tratado de libre comercio: ¿proteccionismo enmasacarado?

Dos referencias consecutivas al geniecillo precoz de la blogósfera norteamericana. Matthew Yglesias se opone al tratado centroamericano de libre comercio que por estos lares se abrevia CAFTA. Los beneficiarios principales del tratado son, curiosamente, la industria farmacéutica norteamericana, que recibiría protección contra los productores de medicina genérica; las industrias de alta tecnología y comunicaciones, que obtendrían protecciones contra la piratería de la "propiedad intelectual", además de acceso al mercado de telecomunicaciones del caribe; y las industrias exportadoras norteamericanas que verían una reducción o eliminación de aranceles en la región.

La exportación norteamericana, lo mismo que la centroamericana, se merece mis simpatías. Si el tratado de libre comercio rindiese honor a su nombre, su propósito sería únicamente eliminar esos vestigios de proteccionismo nacionalista que suelen producir más problemas de los que resuelven. Pero el CAFTA no es un simple tratado de libre comercio. Se trata más bien de una movida proteccionista del gobierno norteamericano disfrazada de liberalismo mercantil.

Desigualdad social en Latinoamérica.

Vía Matthew Yglesias descubro la siguiente comparación del estatus relativo de los millonarios latinoamericanos. El millonario europeo promedio y el millonario norteamericano promedio poseen 3.4 millones de dólares cada uno. El asiático: 3.1 millones. El africano: 7.0 millones. Y el latinoamericano: 12.3 millones. ¿Y luego nuestros brillantes "economistas" marroquinos protestan? ¿Qué, no se dan cuenta de que ya han hecho bastante por su clase dilecta?

6/12/2005

Cinema Paradiso.

Mi invitación a salir del terruño me hizo recordar Cinema Paradiso, película en la que uno de los personajes (Alfredo) le hace al protagonista (Totó) la misma invitación, sólo que de manera un tanto más elocuente que la mía.

Bitácoras en español.

He añadido una sección de enlaces a bitácoras en español. Procuraré añadir, poco a poco, más enlaces. Pero soy relativamente nuevo en la blogósfera hispanógrafa, así que qué le vamos a hacer. Conozco muy poco.

Salir del terruño.

Navegando las aguas de la blogosfera guatemalense descubrí esta discusión en una bitácora que he añadido a mi magra colección de enlaces. Ofrezco la perspectiva de uno de esos jóvenes que se largaron del país. Se trata, además, de la opinión de alguien que desaprueba, con la misma vehemencia de Bertrand Russell, del patriotismo y de muchos otros tipos de provincialismo.

La experiencia de vivir fuera del terruño suele enriquecer y educar a cualquiera, independientemente de cuál sea el terruño en cuestión. Si, por añadidura, el terruño es un país como nuestra Xibalbá, entonces la educación de la juventud en el extranjero es una promisoria inversión a futuro. Es cierto que muchos de nuestros jóvenes emigrantes no regresarán a Guatemala a exponer a sus familias a los riesgos de la vida allí, pero también es cierto que la comunidad guatemalteca en el extranjero es de vital importancia económica y política para el país. Y por paradójico que parezca, yo sospecho que la mayoría de los miembros de dicha comunidad han adquirido mayor influencia de la que hubiesen podido ejercer en el terruño.

Así que algunos de los jóvenes guatemaltecos universitarios que cruzan los dedos por la oportunidad de salir del país tendrían que hacer más que cruzar los dedos. No sólo adquirirán en el extranjero experiencias de vida invaluables, también recibirán, en un mundo cada vez más globalizado, mayores opciones de ejercer influencia sobre el destino de la Xibalbá de sus amores.

6/09/2005

Irreverencia cervantina.

Hay quienes, con exagerado entusiasmo, arguyen que Cervantes anticipó todas las técnicas literarias que cobrarían vigencia siglos después de la publicación del Quijote. Por ejemplo, las características definitivas de la literatura postmoderna, la intertextualidad, la autoreferencia, y esa divertida manía por sugerir que la realidad es en buena medida una construcción social, están evidentemente presentes en la obra maestra de Cervantes. Y es cierto que cuando, por ejemplo, el aficionado de Borges lee el Quijote por primera vez, reconoce elementos borgesianos en Cervantes, o más bien descubre a posteriori elementos cervantinos en Borges. ¿Y qué decir de esas escenas en la segunda parte del Quijote, en las que Cervantes nos transporta, como un hábil cineasta, de viñetas protagonizadas por el caballero de la triste figura a otras protagonizadas por su fiel escudero y viceversa?

En el maravilloso prólogo del Quijote, a Cervantes le da por burlarse de la vacua reverencia por el cánon de la época, así como del abuso de las citas en latín para mostrar erudición y buen gusto literario o filosófico. En este nuestro mundo contemporáneo persiste el debate sobre el cánon, por supuesto, y abundan quienes, como el amigo de Cervantes mencionado en el prólogo, esgrimen que la familiaridad con el cánon literario confiere esa útil habilidad de hacer referencia (harto superficial, la mayoría de las veces) a nombres o frasesitas célebres que muestran, automáticamente, erudición, buen gusto, elegancia, profundidad intelectual, etc. ¿Qué diría el canonizado Cervantes de la reverencia por el cánon? Basta leer el prólogo del Quijote para adivinar que Cervantes anticipó el escepticismo y la irreverencia para con el cánon de quienes negamos su importancia.

6/08/2005

¿Cómo preparar un café estilo europeo?

Por alguna extraña razón, estos días he estado con el antojo de tomar una taza de café estilo europeo. La última vez que recuerdo haber tomado una taza memorable fue en Xibalbá, y si no me equivoco fue Ali quien la preparó. Tengo la impresión de que mi querido tío holandés también las prepara de manera similar, con una cafetera italiana. La pregunta es: ¿cómo le hacen los europeos para preparar café tan superior al café ralo que se bebe aquí en los EEUU? Si alguien puede averiguar, agradeceré las instrucciones.

6/05/2005

Notas de viaje.

Henos por fin de vuelta de nuestra excursión a la tierra de los grandes lagos. Nuestra primera parada fue Green Bay, Wisconsin, donde a mí me sobrevino el antojo de pan de queso, según yo una especialidad de la región. Pero resultó que en Green Bay nadie había oído hablar del dichoso pan de queso que yo jurara famoso, así que, harto de sentirme el gilipollas de la canción Marieta, y pese a que la ciudad nos pareció sorprendentemente agradable, abandonamos Green Bay rumbo al norte, en busca de auténtico queso de Wisconsin. Por supuesto, todo fue salir de la gran urbe e inmediatamente encontramos un buen número de ubres generosas. En un pueblito mísero en la esquina noreste de Wisconsin, de cuyo nombre no puedo acordarme, nos suministramos del codiciado producto por fin. Minutos más tarde rodamos rueda por primera vez en Michigan, y arribamos al encantador pueblito llamado Menominee (de ahora en adelante pronunciado Mmmmm-e-no-miní, tú-túuuu-tururu). La buena fortuna quiso que parásemos a comer en un cafecito precioso con vista al lago, donde nos sirvieron mejor comida de la que podemos conseguir en nuestro terruño en Illinois. Es aquí, en Menominee, que formulé una de esas conjeturas simplistas, y probablemente erróneas, de las que suele preciarse cualquier antropológo amateur medianamente audaz. A medida que uno se desplaza de sur a norte en los EEUU, la clase media trabajadora cambia de conservadora a moderadamente liberal, he ahí la "observación" en pocas palabras.

Dejamos Menominee en busca de aventuras, y ¡vaya si las encontramos! Primero visitamos un manantial transparente llamado Kitchi-iti-kipi, donde observamos truchas nadando en el fondo. Luego acampamos en un sitio llamado Indian Lake, donde nuestro hidalgo geómetra enfrentara por primera vez a la armada de zancudos vampiros que le persiguiera durante el resto del viaje. La primera batalla fue menos sangrienta que las que le seguirían, pero no por ello deja de ser memorable. Menos memorable fue nuestra primera batalla por encender una fogata decente, a pesar de que triunfamos al fin.

La madrugada del día siguiente nos encontró en la carretera huyendo del campamento, en busca de mejor suerte a orillas del lago Superior, de supuesta superior calidad. Como nos habíamos levantado tempranísimo, el día se nos hizo interminable. Primero exploramos, antes de la hora del desayuno, los vericuetos del parque llamado Pictured Rocks National Lakeshore. Yo aún sospecho que estuvimos muy cerca de un oso negro (escuché un gruñido un tanto singular cuando caminábamos en el bosque), pero es posible que haya sido delirio de geómetra errante, no más. Eso sí, vimos huellas de osos en la playa. De lobos y coyotes, nada. Luego visitamos una reserva de aves un poco al sur, donde observamos un buen número de objetos voladores no identificados, no identificados por mí, al menos, merced a mi vergonzosa ignorancia de los rudimentos de ornitología. Quizás lo más espectacular fueron los nidos las fortalezas de las águilas, algunos algunas de los cuales llegan a pesar dos toneladas. Una vez finalizado nuestro paseo ornitológico, fuimos a visitar una enorme jaula de osos negros. El dueño es un individuo que tiene, aparementemente, una relación sumamente cordial con sus prisioneros, al punto de que los visitantes pueden, si se atreven, entrar a la jaula de los cachorros para jugar con ellos. K. y yo no pudimos resistir la tentación, y los ositos nos recibieron de lo más contentos. Jugamos con ellos un rato, y el más confianzudo hasta se sentó en las piernas de K. Como si todo esto fuera poco, luego visitamos las cataratas del Tahquamenon, donde aprendí que el nombre de los arces en la lengua de los Ojibwa es issibakwatha inniatig, o algo por el estilo. Finalmente, hartos de batallar contra los zancudos, decidimos alquilar un cuarto en un motel en Sault Ste. Marie.

Sault Ste. Marie resultó ser una ciudad binacional: la bandera canadiense alzada a la par de la norteamericana. Aquí aprendimos que el lago Superior está a una altitud 7 metros superior a la del lago Huron, y es por eso que hay un canal que eleva los barcos que transitan del Huron al Superior. Fue muy interesante ver cómo funciona la cosa. Abandonamos Sault Ste. Marie muy a nuestro pesar rumbo al sur, cuando al norte estaba el Canadá, país al que a mí todavía me dan tremendas ganas de emigrar. En cosa de una hora, más o menos, atravesamos el puente Mackinac, el tercer puente colgante más largo del mundo, y el más largo de EEUU. El resto del día lo pasamos en la isla de Mackinac. La visita a la isla fue lo mejor de nuestro viaje, y no por los chocolates, ni por la comida, ni por el turismo de abrir la boca y ver gente, todo ello muy placentero. Lo más divertido fue darle, literalmente, la vuelta a la isla en bicicleta. Mejor aún, una sola bicicleta fue suficiente, porque era una bicicleta para dos personas. La vuelta en bici fue divertida y la vista del lago y la playa maravillosa. Por cierto, de pura chiripa (coincidencia, para los no chapines) resultó que había una convención de políticos en la isla, y nos cruzamos con el senador Carl Levin, uno de los que respeto.

Llegada la noche, acampamos en Petoski, donde la batalla con los zancudos continuó, con catastróficas consecuencias. El geómetra de nuestras crónicas asesinó a un número transfinito de insectos. Al día siguiente partimos derrotados, y jurando no volver a acampar en el futuro cercano. El sentimentalismo pudo más que la sensatez, y nuestro geométra decidió visitar East Lansing, sitio sobre el que Borges escribiera un poema. Imaginó que habría una estatua de Borges en el campus de la universidad, que la biblioteca pública se llamaría Babel, pero ya se sabe que la geometría errante, como la caballería errante, fomenta una imaginación hiperactiva: la mismísima bibliotecaria no sabía quién era Borges. Para juste de cuentas, Borges ha de haber estado ya ciego cuando escribió su poema sobre East Lansing. El sitio no tiene encanto alguno.

Nuestra exploración del estado de Michigan terminó en Ann Arbor, la ciudad más bonita de la región. Me pregunto si Kami estudió allí. Es un sitio realmente extraordinario. A juzgar por lo poco que vimos, el pueblito no tiene nada que envidiarle a las grandes ciudades norteamericanas: restaurantes de primera calidad, una vida cultural muy activa, y una universidad élite. Pasamos la noche allí, y luego emprendimos nuestro retorno triunfal al terruño. En el camino escuchamos un audio-libro de Margaret Atwood, y henos aquí en casa, yo escribiendo estas líneas, y K. cuidando de los gatos.