Prescriptivismos, shmescriptivismos.
Tras vivir en una sociedad cuya comunidad de lingüistas prefiere describir la lengua a prescribir reglas de corrección, la actitud de los celosos guardianes de la integridad de la lengua española me resulta francamente desagradable. Conjeturo que las consecuencias de dicho prescriptivismo son significativas. El inglés es una lengua mucho más versátil y rica que el español, y se lo dice alguien que se supone debería sentirse más cómodo escribiendo en español: Jorge Luis Borges. En la comunidad lingüística angloparlante no hay esa marcada resistencia a la incorporación de nuevos vocablos, como tampoco existe esa fascinación enfermiza con la unicidad de la corrección. Los neologismos abundan, las palabras de origen foráneo son aceptadas sin chistar, y la profesión de consejero gramatical público, tan importante en nuestra Guatemala malinchista, prácticamente no existe.
En el español correcto de la entrañabilísima Academia, que aparentemente no ha descubierto lo que la sociolingüística tiene que decir acerca del prescriptivismo fanático, se debe decir campus, y no campus universitario, porque la segunda expresión es una supuesta redundancia (¡que a nadie se le ocurra hablar de campus colegial, o de campus escolar, por favor!). En inglés, dígase University campus o campus a secas, todo el mundo entiende, y ríase la gente.
Una palabra sobre el título de la nota. En inglés, las palabras que comienzan con el sonido sh suelen ser consideradas divertidas, como las palabras en yiddish que comienzan con el prefijo peyorativo shm-. El clásico ejemplo, traducido al español: "Edipo, schmedipo: ¿acaso un niño no debe amar a su madre?"